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miércoles, 9 de marzo de 2011

El papel de internet en la revolución árabe














Lali Sandiumenge

"¡Tumbaremos a Mubarak! Lo conseguiremos". Era mediados del 2007 y la conversación tenía lugar en un ajetreado y ruidoso restaurante de comida árabe rápida de El Cairo. La bloguera Dalia Ziada trabajaba entonces en la Red Árabe para la Información sobre Derechos Humanos, una organización nacida en 2004 para apoyar y promover la libertad de expresión en internet. Desde allí, se empeñaba en ayudar a su amigo alejandrino Karim Amer, el primer bloguero condenado a prisión en Egipto. Entre bocado y bocado de ta'amiya, hablaba con entusiasmo sobre cómo los blogs estaban dando esperanza y cambiando la mentalidad de los egipcios. "Los blogueros acabaremos con el régimen, ¡te lo aseguro!", insistió tras apurar su bebida con una gran sonrisa, orgullosa, decidida y, a fin de cuentas, clarividente.
Nadie hubiera apostado por aquel entonces que Hosni Mubarak dejaría el poder a menos que la edad o alguna enfermedad acabara con él, pero Dalia dio en el clavo. Menos de cuatro años después, el 11 de febrero pasado, ella y muchos de sus colegas de entonces llenaron finalmente sus páginas de facebook y sus twitters con comentarios exultantes de orgullo y entusiasmo, algunos twitteados directamente desde Tahrir. "Sí, pudimos", escribió Shahinaz abd del Salam. "Lo hicimos", apostilló Mina Zekri. "Estoy tan orgulloso, pero tan increíblemente orgulloso. Al resto de vosotros, queridos: ¡a vuestra disposición!", añadió Sandmonkey. "Cabe señalar que los egipcios hemos batido el récord de los tunecinos en las revoluciones olímpicas y hemos sido capaces de expulsar el presidente ¡en sólo 17 días!", se regocijó Gemy Hood. "¡Larga vida Egipto! ¡Larga vida libertad!", escribió ella misma. Algunos a los que la revuelta pilló en el extranjero regresaron a toda prisa para no perderse el asalto final. "Despegamos, pronto estaremos en el Egipto liberado", había twiteado el 1 de febrero Alaa Abd del Fattah de camino desde Suráfrica junto con su mujer, Manal Hassan.
Aunque sería exagerado calificar la revuelta del Nilo de ciberevolución o de revolución facebook, e injusto para los miles de egipcios de todas las edades, creencias y extracción social que abarrotaron Tahrir, y para los veteranos disidentes políticos, activistas de derechos humanos, líderes sindicales e intelectuales comprometidos, no lo es afirmar que difícilmente podría haberse producido a esta velocidad sin el concurso de internet y de los jóvenes guerreros del teclado egipcios. Lo mismo sirve para la revolución del Jazmín en Túnez (http://fronterad.com/?q=tunez-de-la-zarza-al-jazmin) o la mobilización popular de Bahrein, que cuenta con una blogosfera tan pequeña y tan activa como diminuto y crucial es este archipiélago del Golfo. Por supuesto, las gestaron décadas de frustración, de falta de libertades y de represión, las condiciones económicas, el peso demográfico, la falta de expectativas de futuro y, finalmente, la dramática inmolación de Mohamed al Bouzizi en Túnez, seguida en Egipto y en otros países. Túnez inspiró a Egipto, y la Umm al-Dunya (la madre del mundo) multiplicó el efecto dominó. Pero antes de las revueltas, los blogs identificaron los males de sus países y los airearon en debate público y se mostraron más efectivos en poco tiempo que décadas de acción de los disidentes políticos convencionales y las organizaciones de derechos humanos.
No es casualidad, quizá, que en estos tres países los jóvenes hayan sido pioneros y quizá los más expertos en el uso de los nuevas tecnología y un modelo a seguir para sus compañeros árabes. Sólo un par de ejemplos: en septiembre de 2006, el tunecino Sami Ben Gharbia reconstruyó con un mashup de google maps desde Holanda, donde vivía (ha vuelto a Túnez), el mapa de las prisiones de Ben Ali, desvelando un tabú hasta entonces bien protegido, el de la localización de las cárceles y sus secretos. En Bahrein, un activista shií detalló anónimamente usando Google Earth en un pdf de 45 páginas las propiedades de la familia Al Khalifa (Google Earth fue bloqueada temporalmente en el país). En noviembre de 2007, los blogueros egipcios conseguían su primera gran victoria: meter por primera vez en prisión a dos policías que torturaron, dos años antes, un conductor de microbús que havia osado poner en duda su autoridad durante una discusión de tráfico: lo llevaron a comisaría y lo sodomizaron con un palo y, para humillarlo todavía más, grabaron las torturas con el móvil y lo distribuyeron por el barrio vía SMS... hasta que le llegó al bloguero Demagh Mak, éste lo colgó en Youtube y se lo pasó al periodista y activista Wael Abbas, que recibía ya en su blog un millón de visitas mensuales (llegó a recibir 260.000 en un solo día cuando lo colgó).
Las revoluciones de Túnez y Egipto han hecho añicos varios mitos. El primero, que era una utopía acabar con los regímenes autocráticos que los gobernaban. El segundo, que los movimientos islamistas eran los únicos capaces de movilizar a la población y la única alternativa al poder, un recurso manido para justificar y conseguir legitimar décadas de abusos en el mundo árabe. Los Hermanos Musulmanes no han sido un factor clave en la revuelta de la calle egipcia, aunque lo sean en la transición. Tampoco lo ha sido Mohamed El Baradei, ex director de la Agencia Internacional de la Energía Atómica, u otros opositores políticos. Quien es clave en el mundo árabe son esas masas de jóvenes desprovistos de líderes -un tercio de la población tiene entre 15 y 29 años-, sean educados o no, de clases medias o desfavorecidas, que han crecido en la era digital y que saben utilizar Facebook y Twitter y grabar vídeos con sus móviles y colgarlos en Bambuser o Youtube. “Estábamos convencidos de que si algún día había una revuelta, sería a manos de otro hombre fuerte”, escribía al día siguiente de la caída de Mubarak el jordano Naseem Tarawnah en su blog Black Iris of Jordan. “Nunca imaginamos que sería nuestra generación quien la encabezaría; que sería una revolución sin líder; una revolución secular y sin ideologías; una revuelta genuina de la gente y para la gente”.

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