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sábado, 17 de diciembre de 2011

Eric Laurent: “La ciencia es hoy el principio de autoridad”

Clarin.com/ Ñ
IDEAS Psicología13/12/11 - 17:34

Para el psicoanalista francés, de visita en la Argentina, “con el régimen de certeza de la ciencia, la noción de autoridad paterna queda desplazada”. Además, en esta entrevista exclusiva, destacó que Brasil y Argentina tengan mujeres en la presidencia. “Su liderazgo está resolviendo tensiones que podrían ser insuperables”, dijo.

POR PABLO E. CHACÓN


LEJOS DE LAS VIEJAS IDENTIFICACIONES. "El psicoanálisis intenta producir una nueva versión de la mujer", asegura Eric Laurent.

El psicoanalista Eric Laurent pasó por Argentina para dictar un seminario, pero se hizo tiempo para conversar con Ñ Digital, con los estudiantes en la Facultad de Psicología y para dar una conferencia en la Biblioteca Nacional; también presentó su último libro, “El sentimiento delirante de la vida” (ediciones Diva), una paráfrasis de “El sentimiento trágico de la vida”, el clásico de Miguel de Unamuno que le sirve al francés de pretexto para argumentar sobre la mutación del concepto de tragedia en un planeta de cielos saturados de satélites, escaneado y vigilado donde el sujeto ha perdido las referencias y la desorientación es, prácticamente, la norma. Acá la conversación.

¿Por qué se refiere a Unamuno en el título de su libro?

Unamuno produjo un impacto particular en su época, entre las guerras. Y su proyecto era, precisamente, tratar de influir, de advertir sobre la segunda parte que veía venir, la segunda guerra mundial. Cierto que él pensaba en un modo de rearme moral, en un llamado que incluyera al sentimiento trágico de la vida, la finitud, la muerte, y no seguir soñando con el entusiasmo fácil de los años veinte a los treinta, los años locos, que se iban a apagar, y que se apagaron.

En la actualidad, ese sentimiento ¿ya no existe?

No es que no exista. Las tragedias no han dejado de ocurrir. El ejemplo más cercano es la crisis financiera global desatada en 2008. Es una tragedia enorme, una crisis financiera sin par, al interior de un sistema que está completamente desarreglado. Y es probable que haya más tragedias de este tipo y otras, insólitas, inéditas.

¿Como cuáles?

Catástrofes ambientales, humanitarias, pestes masivas… es lo que está pasando.

Sin embargo, usted piensa que el sujeto puede enfrentar este nuevo malestar.

Efectivamente. Pero para enfrentarlas, esta vez lo mejor no es un llamado a un nuevo orden moral sino despertar de ciertos sueños. El psicoanálisis puede ayudar en algo a este estado de las cosas. Situémonos. Estamos en una época posterior a la caída del principio de autoridad que se resume en una destitución del padre, las figuras clásicas, la autoridad. ¿Y qué queda en un mundo sin referencias? Bueno, el hecho de que todos estamos un poco locos. Y que es necesario inspirarse, también, en el esfuerzo que hacen las personas designadas o estigmatizadas como tales. A los locos, por no poder utilizar los instrumentos estándar, no les queda más remedio que inventarse creencias, delirios, instrumentos particulares, o a medida; no creencias comunes pero sí algo que les permita sostenerse en la vida. Lo que queda después de la caída de las grandes figuras, es inventarse creencias que permitan sostener el lazo social, no apoyándose en los discursos comunes pero transformándolos, como para inventarse ciertos sistemas, sin creer por eso que vaya a surgir una figura de autoridad que pueda rearmar la historia, no; un lazo social pero sin este viejo sentimiento de la existencia común.

Es decir, más cerca de la multitud de Toni Negri que de la psicología de las masas de Freud.

Algo así. El lazo social del cual habla Negri es el de esta época. Es el lazo social de la multitud, que no se articula en un relato, una ideología global, pero que constata que el lazo social está fragmentado, y que esa fragmentación no es vivida, digamos así, como una tragedia.
Al contrario de lo que sucede en los consultorios.
En los consultorios y en el mundo. Las guerras del siglo XXI, que son cantidad, no tienen fin. Estamos entrando en un estado de excepción que parece no levantarse nunca; sólo se desplaza. Es una época extraña. La tragedia hace parte del cuadro común de la existencia, pero de una manera muy distinta a lo que fueron las grandes catástrofes del siglo XX. Este es un mundo militarizado. Y lo que caracteriza nuestro tiempo es haber salido de la ilusión de la historia cuando cayó el muro de Berlín, en 1989. Se pensó que después del enfrentamiento de los bloques se iba a producir una reunificación de la humanidad, como sucedió en la propia Alemania. Y sería el final glorioso de la historia pensado por Francis Fukuyama. Pero no, sucedió justo al revés. No estamos en el choque de las civilizaciones, como pensaba Samuel Huntington, pero sí entre catástrofes, guerras locales que se difunden, alteración de los derechos públicos… a su manera, en todos los países. Es esta crisis permanente la que teje nuestra existencia. Bien, no ignorar esta situación es uno de los objetivos del libro, y efectivamente, pensarla a partir de las tragedias que llegan al consultorio, donde cada vez más y más gente tiene que inventarse soluciones a medida para resistir a la pulsión de muerte, al goce invasor, a la relación adictiva que se tiene con los objetos de goce. Porque casi todo puede transformarse en un objeto de goce. Las viejas autoridades podían atemperar esa adicción, pero no funcionan más. Puede volverse adictivo el shopping, el tabaco, la droga, el sexo, todo puede tomar el matiz de una invasión.

¿Y entonces?

Y entonces la gente se inventa soluciones a medida. Pero de todas maneras, eso no ha hecho desaparecer los aparatos higiénicos, los discursos generales sobre las “malas costumbres” o el sanitarismo autoritario. Existe un derecho que esos discursos no contemplan: el derecho de cada uno a dañarse un poco, no del todo, sólo un poco.

¿Cómo entender esto que usted dice?

El problema es singularizar la posición analítica. En el mundo de la técnica, que es el nuestro, en el cual todo tiene que tener una función, el psicoanalista no es alguien que se ofrece como una herramienta útil. Y eso singulariza la posición analítica. Para ser claro: el psicoanalista trata de dirigirse a lo inútil de cada uno. Si se pudiera pasar de esas costumbres inútiles que nos invaden, sería extraordinario. Pero no es el caso. Es imposible separarse de esa parte oscura que nos habita; esa parte desdichada, maldita, como la llamaba Georges Bataille. Pero el psicoanalista tiene esa distancia sobre el discurso de la utilidad. Y tratar de transformar eso “que no va” en algo que vale es una tarea. Pero de lo “que no va”, tampoco es imprescindible separarse de una manera autoritaria. Hay que considerar a esa parte maldita como algo a lo que vale la pena dirigirse y hacer hablar.

¿Por qué cree que hay tantas mujeres en el psicoanálisis?

Está claro que el psicoanálisis es una de las invenciones del siglo XX de la cual las mujeres se apoderaron. Muy rápidamente, este discurso inventado por Freud se transmitió después por su hija, Anna Freud y Melanie Klein, que fueron las que inventaron la transmisión de ese discurso. En la Universidad de Buenos Aires, el 85 por ciento de las estudiantes de psicología son mujeres. Es un tsunami de mujeres, pero eso no significa que la cosa está arreglada. Las mujeres no son la solución a la crisis de autoridad global. Ellas no reemplazarán a la destitución paterna. Además, existen todo tipo de creencias: las vírgenes, la dama de hierro, que pudo parecer, por ejemplo, una solución cuando los hombres aflojan. Pero eso no es tan claro. No es casualidad que en los dos países más importantes de América latina, el carisma del líder esté encarnado por mujeres, Dilma Rousseff y Cristina Fernández de Kirchner, que con su liderazgo está resolviendo tensiones que podrían ser insuperables. Se puede decir también que la dueña de Europa, ahora mismo, es Angela Merkel. Es verdad, sin embargo, que el sobrenombre de Merkel, en alemán, es madre. Pero la idea del psicoanálisis es tratar de inventar una figura de mujer que no sea la virgen, la dama de hierro o la madre sino una mujer que ocupe un lugar en el fantasma del hombre. Las mujeres son sensibles a la singularidad, no a lo universal, no a los grandes ideales. Eso decía Freud. Lo que en Freud sería una crítica a ese rasgo femenino, Jacques Lacan lo retoma y hace de ese rasgo lo más interesante de la posición de la mujer: interesadas por la singularidad, lo particular del hombre. Porque también cada mujer quiere ser una mujer particular. La mujer quiere ser amada por lo que ella es. Ella no es todas las mujeres. El psicoanálisis intenta producir –lejos de las antiguas identificaciones– una nueva versión de la mujer. Esa es una de sus apuestas en este siglo.

¿Y los hombres?

Bueno, la actual situación no es culpa de los hombres. Los hombres encarnaban la función del padre. Pero esa función no opera de la misma manera con la ciencia que sin la ciencia. Con el régimen de certeza de la ciencia, la noción de autoridad paterna queda desplazada. El psicoanálisis puede ayudar a los hombres que piensan este cambio como una castración insoportable a su autoridad. Y evitar, de esa manera, las explosiones de agresividad contra las mujeres sobre las que leemos todos los días.-

Nota de YAHOO. Adicto a un video-juego

SARASOTA, Florida, EE.UU. (AP) — En el peor momento de lo que ahora considera una adicción, Ryan Van Cleave hacía cola en la caja de alguna tienda de abarrotes, a fin de pagar la leche, el pan y la comida para sus hijas pequeñas cuando, en una fracción de segundo, se salía de la realidad y pensaba que estaba viviendo en un juego de video.
Parece una locura, pero él dice que es verdad. Algo llamaba su atención —quizás el movimiento de otra persona, a quien alcanzaba a ver con el rabillo del ojo cuando seleccionaba algún producto de la tienda_, y Van Cleave se sentía mental y emocionalmente transportado a otro mundo.
Sentía que estaba en World of Warcraft, su videojuego favorito.
Lo jugaba cada noche, cada día, y a veces durante todo el fin de semana. El movimiento repentino de alguien en la tienda desencadenaba en Van Cleave una reacción similar a la que experimentaba frente a la pantalla de la computadora, cuando enfrentaba a dragones y monstruos, incluso por 60 horas a la semana.
Su corazón latía a tope. Su respiración se aceleraba.
El padre treintañero tenía que hacer un gran esfuerzo para tranquilizarse y volver a la realidad. Al menos, a su realidad.
Y es que World of Warcraft comenzó a trastocar toda la vida de Van Cleave: la relación con su esposa y con sus hijos, así como su empleo como profesor universitario de inglés.
Antes de impartir sus clases o por las noches, mientras su familia dormía, Van Cleave pasaba horas frente a la pantalla, jugando. Solía comer ante la computadora. Prefería los burritos calentados en el horno de microondas, las bebidas energéticas o cualquier otro alimento que pudiera sujetar sólo con una mano, a fin de que la otra quedara libre para manipular el teclado y el "ratón".
El vivir dentro del videojuego le parecía preferible a la vida cotidiana, particularmente porque, en esta última, se la pasaba peleando con su esposa, quien le reclamaba por el tiempo que dedicaba a la computadora.
"Jugar World of Warcraft me hace sentir como Dios", escribió Van Cleave. "Tengo todo el control y puedo hacer lo que quiero, sin muchas repercusiones reales. El mundo real me hace sentir impotente... una falla de computadora, un niño llorón, una batería de celular agotada. La distracción más pequeña en la vida cotidiana me quita poder".
Pese a pensamientos como éste y a los episodios de disociación de la realidad en los supermercados, Van Cleave no creía tener problemas para mantenerse en la vida real. Pero los tenía, y pronto llegarían las consecuencias.
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Van Cleave creció en un suburbio de Chicago. Fue hijo adoptivo y se sentía un intruso en su propia casa y en el mundo, recordó. De niño, le interesaban particularmente las guitarras y las computadoras.
En la secundaria, cada año deparó juegos más emocionantes con mejores gráficos. Sus padres le compraban los juegos porque éstos parecían atraer a todos los adolescentes. Además, el joven tocaba la guitarra en un grupo, de modo que los videojuegos no constituían su única actividad.
Luego, Van Cleave llegó a la universidad.
"Jugar 15 o 20 horas a la semana cuando estás en esa etapa no es mucho", dijo Van Cleave, quien se graduó en inglés de la Universidad del Norte de Illinois. "El problema ocurrió después de eso, cuando entré al mundo real".
Cursó una maestría y un doctorado en escritura creativa en la Universidad Estatal de Florida. A finales del 2003, se le ofreció el empleo de sus sueños, impartiendo clases en la Universidad de Clemson, en el sur de California.
Su esposa Victoria estaba embarazada por vez primera. El matrimonio no planificaba tener hijos aún y Van Cleave reconoció que lo conmocionó la idea de convertirse en padre.
Ambos llegaron tarde a la primera prueba de ultrasonido porque Van Cleave estaba jugando Madden Football en la computadora.
Fue en esta época que World of Warcraft (WoW) llegó a su vida.
Van Cleave terminó jugando un fin de semana entero. Se la pasaba pegado a la computadora mientras su familia dormía o cuando sus padres llegaban de visita y jugaban con su hija.
Victoria relató que se sentía "asqueada" y abandonada.
"No podía creer que alguien prefiriera una familia virtual a una real", dijo.
Un motivo por el que Van Cleave se sintió tan cautivado por WoW es que el juego ofrecía diferentes perspectivas. Antes, la mayoría de los juegos en los que participaba Van Cleave contaban sólo con una vista desde el aire, como si un ave percibiera la acción. En WoW, un jugador puede hacer acercamientos y desplazamientos, y mirar una escena exactamente como lo haría un humano en la vida real.
Tres años después de que comenzó a trabajar en Clemson, la vida de Van Cleave comenzó a desmoronarse. Sus cuatro perros murieron, por causas diversas. Su esposa volvió a quedar embarazada. Luego, Van Cleave comenzó a tener la impresión de que no le simpatizaba a otros profesores, quienes querían que se fuera.
Sin embargo, no trató de solucionar sus problemas. En vez de ello, liberó su ansiedad en WoW, un mundo virtual que podía controlar.
"Lo único que representaba algo significativo en esa época era WoW. Me aferré a eso para vivir", escribió.
Para millones de personas que practican este juego, WoW es difícil de resistir.
Los jugadores crean un "avatar" o personaje virtual, que se desenvuelve en un ambiente creado por gráficos increíblemente realistas. El jugador se siente como la estrella de una película de ciencia ficción, y el juego no termina, sino que siempre va escalando de nivel e incorporando versiones, aventuras y personajes.
"Siempre había algo mejor y más interesante", dijo Van Cleave. Uno nunca puede tener suficiente dinero virtual, suficientes armaduras, suficiente apoyo. Hay que seguir".
La productora de WoW, Blizzard Entertainment, se negó a emitir declaraciones sobre el caso.
En los últimos cinco años, han surgido noticias de gente que se siente agotada luego de jugar 50 horas seguidas, de adolescentes que han matado a sus padres por quitarles los videojuegos y de progenitores que no atienden debidamente a sus niños por estar todo el tiempo ante la computadora o la consola.
No hay investigaciones psiquiátricas suficientes, y algunas autoridades niegan que los juegos sean adictivos.
Pero Van Cleave insiste en que su adicción era similar a la que sienten quienes apuestan dinero hasta perderlo todo.
En el 2007, cuando nació su segundo bebé, Van Cleave jugaba unas 60 horas a la semana.
Unos meses después, Clemson no le renovó el contrato. Aceptó un empleo por un año en la Universidad George Washington, impartiendo una hora semanal, lo que le alegró en el fondo, pues tenía más tiempo de jugar y de olvidarse del deterioro en la situación laboral.
Gastó el poco dinero que ganaba en más juegos, y compró dos nuevas computadoras, para apreciar mejor los gráficos.
En el 2007, Van Cleave tenía tres cuentas distintas de WoW, cada una de las cuales cuesta 14,95 dólares mensuales. Abrió una cuenta secreta en PayPal para pagar dos de las suscripciones al juego sin que su esposa se enterara.
Gastó 224 dólares —en dinero auténtico— para comprar oro virtual, de modo que pudiera aprovisionar a su avatar con un "sable de nivel épico" y una "armadura de primera clase".
Comenzó a cambiar su personalidad.
"Cuando los hechos de la vida real interrumpían lo que él hacía en el juego, enfurecía muy pronto por ello", recordó Rob Opitz, su mejor amigo de la secundaria, quien vivía en otro estado pero jugó WoW con él durante años.
Van Cleave estaba a punto de tocar fondo.
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Era el 31 de diciembre del 2007. Van Cleave estaba a la mitad de su contrato como docente en la Universidad George Washington. Se encontraba de pie sobre el puente Arlington Memorial. Pensaba en saltar al agua gélida.
Había jugado durante 18 horas consecutivas y no se sentía bien. Dijo a su esposa que saldría a comprar un medicamento, pues le dolía la garganta. Pero su malestar no era sólo físico.
"Mis hijos me odian. Mi esposa amenaza otra vez con dejarme", escribió Van Cleave en su libro. "No he escrito nada en incontables meses. No tengo planes para el próximo año lectivo. Y estoy eternamente agotado por no dormir para jugar más Warcraft".
Aquella noche representó la primera vez que Van Cleave reconoció que tenía un problema.
Se alejó de la barandilla del puente, se marchó a casa y borró el juego de su computadora.
Durante la semana siguiente, sintió jaquecas y dolor de estómago. Estaba bañado en sudor, como un adicto al que se le retira una droga.
Le fue muy difícil alejarse de WoW, pero no lo reinstaló en la computadora. Comenzó a reconstruir su vida, la real.
"No le creía", dijo su esposa. "Había oído lo mismo antes, y no confiaba en que él pudiera parar".
Aceptó trabajos independientes, escribió poemas y libros para adultos jóvenes. Narró la historia de su adicción, en un libro titulado "Unplugged" (Desconectado) y publicado el año pasado.
En el 2010 fue contratado como profesor de inglés en la Escuela Ringling de Arte y Diseño en Sarasota. Compró una casa junto con su familia.
Pero incluso cuatro años después de que dejó de jugar, Van Cleave piensa en War of Warcraft. Y tiene sueños recurrentes.
Sueña que encarna a uno de sus antiguos personajes en el mundo virtual. Cuando despierta, bañado en sudor y con la respiración agitada, siente siempre el mismo impulso de correr hacia la computadora y jugar.
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Cada 15 días, un arma de fuego en el aula

Domingo 11 de diciembre de 2011 | Publicado en edición impresa
La escuela de hoy / La violencia escolar

La cifra corresponde a incidentes ocurridos en las escuelas de la provincia de Buenos Aires; las posibles soluciones a un tema alarmante

Por Sebastian Lalaurette | LA NACION



LA PLATA.- El caso de un pro­fesor que debió abandonar la es­cue­la en que trabajaba, en el par­tido de Luján, porque un alumno lo amenazó de muerte y no fue sancionado es el último ejemplo de una violencia escolar que preocupa a las autoridades educativas bo­nae­renses. Los incidentes de agresividad en aulas, patios y pasillos se repiten. Cada quince días de clases aparece un arma de fuego en una escuela de la provincia de Buenos Aires.
El docente que dejó su cargo, Gabriel Mullen, se desempeñaba en la Escuela Secundaria Básica (ESB) N° 9 de Luján. Allí, según contó el propio docente, fue increpado por un alumno al que le había pedido silencio durante una clase. "Te voy a cagar a tiros", le contestó el estudiante al profesor, quien, afirmó, se tomó en serio la amenaza porque el joven había llevado un arma al colegio en una ocasión anterior.
Sin embargo, las autoridades de la escuela decidieron no aplicarle ninguna sanción al alumno, por lo que Mullen optó por dejar su cargo allí y pasar a dar clases en otro establecimiento, fuera de Luján, según narró al diario local El Civismo.
En lo que va del año, la Dirección General de Cultura y Educación (DGCE) bo­nae­rense contabi­lizó doce casos de alumnos que portaban armas de fuego en escuelas primarias y secundarias. Es un incidente cada quince días lectivos. Y el fenómeno no da muestras de ceder: "Las armas van a seguir apare­ciendo en las aulas en tanto estén en la socie­dad", dijo a LA NACION la directora de Psico­logía Comuni­ta­ria y Peda­go­gía Social de la DGCE, Claudia Bello.
En mar­zo, en Ensenada, un alumno baleó a otro en la cara; en octubre, en San Mi­guel, una chica fue apuña­lada por otra a la salida del cole­gio. Estos hechos reavivan el fantasma de la tragedia ocurrida en septiembre de 2004 en Carmen de Patagones, cuando un adoles­cente conocido como "Ju­nior" ma­tó a tres compa­ñe­ros e hirió a otros cinco usando una pistola de su padre, un prefecto.
Este año se produjeron por lo menos tres dis­pa­ros accidentales en escuelas bo­nae­renses. El último ocurrió en no­viembre, en San Justo, y un chico resultó herido.
De todas maneras, Bello aclaró que, "en general, el chico no lleva el arma al colegio para agredir a otros, sino para mostrarla. Suele pasar que el chico tiene miedo y con el arma se siente superior". El mes pasado, un chico de 15 años llegó a la ESB N° 9 de Ensenada "afec­tado por el alcohol o algún psico­fármaco", según expli­caron fun­cio­narios del área, y comenzó a desafiar al profesor durante la clase; luego, fue a la cocina del colegio, tomó un cuchi­llo y amenazó al director. Luego de tres horas de tensión, el chico volvió a su casa, solo. Intervino un juez de familia.

QUÉ HACER

¿Cómo resolver el fenómeno de la violencia escolar? Bello insiste en la apuesta a generar espacios de participación y discu­sión dentro de la escuela y con el resto de la comuni­dad. "En nuestra gestión nos pro­pusimos dismi­nuir en un 40% la cantidad de inci­dentes. No llega­mos, pero veo con mucha esperan­za la generación de muchos más espacios de partici­pación", dijo la funcionaria.
Para el psicopedagogo Alejandro Castro Santander, titular del Ob­ser­vatorio de Convivencia Escolar de la Uni­ver­sidad Católica Argen­tina y miembro del Observatorio Internacional de la Violencia Escolar de la Universidad de Bordeaux, Francia, "decir que la es­cue­la es vio­lenta porque la socie­dad es violenta es una actitud de victi­mización".
El espe­cia­lista, oriundo de Men­do­za, señaló que allí varios colegios imple­men­taron progra­mas para reducir la violencia que funcio­naron bien, y que involucran a docentes, padres y representantes barriales.
"Hay escuelas que están metidas en zonas margi­nales y vos entrás y te parece que estás en el paraíso. Enfrente se están tiroteando y en la escuela hay paz", dijo. E hizo hincapié en la necesidad de que haya protocolos de seguridad claros en los colegios.
En este punto las opiniones divergen. El director ejecutivo de la Fundación Proyecto Padres, Adrián Dall'Asta, cree que esas situaciones no deben ser tolera­das. A un chico que lleva un arma al colegio "hay que retirarle la matrícula y dejarlo fuera de la institución. Tiene que haber un castigo ejemplar", argumentó Dall'Asta, ex docente secundario en el norte del Gran Buenos Aires.
Para él, el fenómeno tiene que ver con una falta de respeto al docente como autoridad: "Los chicos llevan armas al aula porque sienten que en la escuela pueden hacer lo que se les canta. Ha perdido su condición de lugar de puesta de normas y límites", dijo.
En cambio, la psicóloga Adria­na Denegri, profesora y coordinadora de talleres sobre violencia escolar, cree que no hay respuestas únicas, y que cada caso debe ser evaluado individualmente.
"Cada caso es distinto", coin­cidió Bello. "En el de San Justo, los propios padres de la escuela no querían que se sancionara al chi­co; en el de Ensenada, se resolvió el problema trasladando a otra escuela al alum­no que llevó el arma. Pero en todos los casos se brinda conten­ción adicional y se trabaja con la familia", añadió.
Denegri, sin embargo, cree que el aspecto de la contención debe profundizarse. Para esto, dijo, ha­ce falta que existan equipos profe­sio­nales ade­cuados: "Muchas es­cue­las no tie­nen equipos de orien­tación, lo que antes se conocía co­mo gabinetes", dijo, e insistió en la nece­sidad de que el Estado "gene­re más trabajadores sociales bien forma­dos que puedan trabajar en la te­má­tica dentro y fuera de la es­cuela", ya que, según subrayó, "es fundamental el trabajo en red: la escuela sola no puede hacer mu­cho, es necesario que participen los servicios de protección a la niñez y las propias familias".
Denegri dijo que la presencia de armas en las aulas también es producto de "múltiples factores", entre ellos, el hecho de que "las armas circu­lan hoy con mucha más fluidez que antes" y que en las últimas dé­ca­das "la escuela ha empezado a ser más inclusiva y aparecieron sectores sociales que antes no esta­ban". En este proceso de apertura, "los problemas que se dan en esas poblaciones «entran» a la escuela", explicó.
Aunque difieran en muchas cosas, todos los consultados por LA NACION coinciden en que la solu­ción no está en intensificar los controles, sino en prevenir que los incidentes ocu­rran. "Hay que trabajar antes de que la violencia aparezca", dijo Denegri. Dall'Asta, asimismo, se­ña­ló que "los problemas de fondo no se solucionan con medidas de forma" y dijo que "los padres también tienen que participar, porque estos hechos son producto de una deficiencia en las casas, y no sólo de una falencia en el ámbito escolar"..

Nuevas revelaciones sobre el tirador de Virginia Tech

Sábado 10 de diciembre de 2011 |La Nación. Publicado en edición impresa

El atacante que mató al policía actuó solo; estudiaba en otra universidad

BLACKSBURG, Virginia.- El hombre que sembró el pánico tras matar a un policía anteayer en el campus de la Universidad Virginia Tech, escenario en 2007 de una de las peores masacres en la historia de Estados Unidos, actuó solo, y luego se suicidó con la misma arma del crimen, en un estacionamiento, según la principal línea de investigación.
En una conferencia de prensa, Corinne Geller, la vocera de la policía de Virginia, aclaró ayer las circunstancias del tiroteo de Virginia Tech, donde en 2007 un estudiante mató a 32 personas antes de suicidarse, una matanza que conmocionó a Estados Unidos.
Aún se desconocen las razones por las que el atacante, que fue identificado como Ross Truett Ashley, joven de 22 años que estudiaba en una universidad cercana, disparó contra el agente de policía Deriek Crouse, de 39 años, cuando realizaba un control de tránsito.
El incidente comenzó cuando Ashley robó un auto frente a una inmobiliaria en un pueblo cercano a Blacksburg.
Un rato más tarder, el joven entró caminando a un estacionamiento del campus y le disparó a un policía que realizaba una operación de rutina de tránsito, en horas del mediodía. El policía no tuvo tiempo de responder el disparo y murió al poco tiempo.

VETERANO DE GUERRA

El agresor luego caminó hasta un invernadero cercano donde se cambió de vestimenta y dejó una mochila con su ropa, informó la vocera de la policía.
Media hora más tarde, otro policía vio a un hombre solo y "actuando de manera un poco extraña" en otro estacionamiento del campus.
Cuando el policía lo llamó, el hombre estaba muerto.
"En realidad, nadie lo vio suicidarse, pero tenía una herida de bala autoinfligida", dijo la vocera de la policía. Además se sabe que el atacante usó la misma arma para matar al policía y luego quitarse la vida. Geller dijo que el conductor del automóvil que Crouse había detenido para un control de rutina es un estudiante de Virginia Tech que ha sido "extremadamente cooperativo" en la investigación.
Crouse, un veterano del ejército de Estados Unidos y padre de cinco hijos e hijastros, comenzó a trabajar como policía en el campus de Virginia Tech seis meses después de la masacre de 2007.

Agencias Reuters, EFE y AP .

Virginia Tech revivió el horror

Viernes 09 de diciembre de 2011 |La Nación. Publicado en edición impresa
Estados Unidos / A cuatro años de una de las peores masacres

Un hombre mató a un policía en un estacionamiento de la universidad y, aparentemente, después se suicidó


La preocupación de los estudiantes en el campus. Foto: AP / AFP

BLACKSBURG, Virginia.- El terror y el pánico volvieron a apoderarse ayer del campus de la Universidad Virginia Tech, escenario en 2007 de una de las peores masacres en la historia de Estados Unidos, cuando un hombre armado mató a un policía y aparentemente luego se suicidó.
Según informó la policía local, el incidente comenzó cuando un hombre armado entró caminando a un estacionamiento y le disparó a un policía que realizaba un operativo de rutina de tránsito en horas del mediodía. El policía murió poco tiempo después, en el lugar.
Tras efectuar los disparos, el asesino se habría dirigido caminando a otro estacionamiento del campus, cerca de la calle Duck Pond. Allí, aparentemente, se habría suicidado.
Las primeras versiones indicaban que el cuerpo que yacía en ese estacionamiento se trataba de una segunda víctima del atacante, pero luego de que la policía encontró un arma junto al cadáver, ganó fuerza la hipótesis del suicidio, aunque esta versión aún no estaba confirmada. Anoche, no habían trascendido los nombres de ninguno de los dos muertos.
Virginia Tech sigue marcada por el ataque ocurrido el 16 de abril de 2007, cuando el estudiante surcoreano Cho Seung-Hui, de 23 años y con antecedentes de trastornos psiquiátricos, mató a dos personas en un dormitorio y dos horas más tarde, en el edificio de aulas Norris Hall, mató a otras 30 y se suicidó.
Tras horas de pánico, la policía anunció ayer por la tarde que no había más peligro y que los estudiantes podían volver a sus actividades.
El campus, en donde estudian 31.000 estudiantes, permaneció cerrado y con una fuerte presencia de efectivos de seguridad durante varias horas, mientras la policía buscaba al atacante, que fue descrito como un hombre blanco que tenía puesto un jogging gris, una buzo con capucha marrón y un sombrero también gris.
Ayer no había clases en la universidad porque los estudiantes estaban preparando sus exámenes finales, que comenzaban hoy y que se suspendieron hasta nuevo aviso.
"Mucha gente, especialmente durante los primeros momentos, estaba muy asustada", relató Jared Brumfield, un estudiante de 19 años.
Harry White, un estudiante de física de 21 años, dijo que estaba almorzando en uno de los restaurantes del campus cuando se enteró del episodio, a través de un mensaje de texto que envió la universidad.
El joven dijo que no se asustó porque creyó que era una falsa alarma, como sucedió en agosto de este año cuando la universidad alertó sobre la presencia en el campus de un hombre que llevaba una pistola cubierta con un paño. Tres jóvenes habían informado sobre el episodio en ese entonces, pero nunca se encontró al supuesto sospechoso.

RESPUESTA

A diferencia de la masacre de 2007, cuando las autoridades de la universidad fueron criticadas por su lenta respuesta para informar sobre el tiroteo , ayer se emitieron mensajes de alerta cada 30 minutos.
La primera alerta fue a las 12.47 (hora local). "Se reportaron disparos en el estacionamiento del Coliseo. Traben las puertas. El personal de emergencia está actuando. Llamen al 911 para pedir ayuda", dice el primer mensaje de texto que fue enviado a alumnos y profesores.
Luego, los mensajes describen al atacante y reiteran que es importante "permanecer dentro de los edificios del campus".
En tanto, el periódico estudiantil Collegiate Times difundió a través de su cuenta de Twitter que, luego del tiroteo, los estudiantes fueron trasladados a un lugar seguro en el centro de estudiantes Squires, en el campus.
En marzo pasado, el Departamento de Educación de Estados Unidos impuso a la universidad una multa de 55.000 dólares porque en 2007 tardó dos horas en enviar el primer mensaje de alerta a los estudiantes luego del tiroteo.
En la masacre de 2007, 24 personas sufrieron heridas de bala o daños al saltar por las ventanas para huir, en un incidente que reabrió el debate en Estados Unidos sobre la posesión de armas de fuego y la venta a personas con antecedentes de desequilibrios mentales.
El ataque fue la segunda matanza en cuanto a gravedad ocurrida en una institución educativa en la historia de Estados Unidos. El peor episodio ocurrió en 1927 en la escuela Bath, en Michigan, cuando Andrew Kehoe colocó una bomba y mató a 38 niños.

Agencias AP, AFP, EFE y Reuters

LA MATANZA DEL 2007

El asesino : el surcoreano Cho Seung-hui, estudiante del último año de Literatura Inglesa en Virginia Tech, de 23 años, fue descrito como un joven solitario, desequilibrado y acosador de mujeres. Se suicidó tras la matanza.
Los hechos : el atacante mató primero a dos estudiantes en un edificio y luego se dirigió a otro en donde continuó con los disparos indiscriminados. La de 2007 fue la segunda matanza más grande ocurrida en una institución educativa en EE.UU.
Los muertos : el saldo total de muertos que dejó la matanza fue de 32 personas. También hubo 23 heridos.