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miércoles, 26 de enero de 2011

La Vida frente a la Pantalla

Página/12 Sociedad
Miércoles, 15 de diciembre de 2010


Un estudio muestra la relación de los adolescentes con la tecnología

Cien chicos de 14 años urbanos y otros cien rurales contaron cómo es un día de sus vidas en relación con la comunicación y los medios e Internet. El estudio del Ministerio de Educación muestra el grado “vital” de ese vínculo en los adolescentes.
Los chicos no pasan un solo día sin usar los medios e Internet. Y atraviesan toda su vida.“Soy adicto a cada dos minutos revisar si hay algo en el celular. Creo que sin TV moriría y ni hablar sin Internet”, dice Valentino, un chico de 14 años, de una escuela pública del barrio porteño de Palermo. “Los medios me hacen sentir más contento. Pero no están todo el tiempo en mi vida”, aclara Andrés,de la misma edad,que vive en Capayán,un pequeño pueblo rural de menos de dos mil habitantes del sudoeste de Catamarca.
Los dos adolescentes van a 2°año del secundario y dieron su testimonio para una investigación cualitativa que llevó adelante el Ministerio de Educación con el objetivo de indagar para qué usan los medios e Internet un día cualquiera, chicos y chicas de la misma edad pero de entornos educativos completamente distintos.
El estudio reveló que “para los pibes urbanos los medios y las tecnologías ocupan un lugar ‘fundamental’, ‘vital’ e ‘imprescindible’ y sin ellos sentirían "un vacío enorme”, “no sabrían qué hacer” o “se morirían”. Mientras que para los otros jovencitos, de un entorno rural, “son importantes pero no atraviesan sus vidas”, explicó a Página/12 Roxana Morduchowicz, directora del Programa Escuela y Medios.
El celular es el medio que más utilizan (todos, en el caso de la escuela porteña, un 85 por ciento, en la del norte argentino). Como dato preocupante, apuntó la especialista, surge que tanto unos como otros usan los pantallas “en soledad”, sin tener cerca a sus padres para poder consultarlos en caso de que se enfrenten a alguna situación de riesgo, sobre todo durante la navegación en Internet o mientras chatean.
Los principales resultados de la investigación fueron ayer dados a conocer por el ministro de Educación, Alberto Sileoni, y Morduchowicz.
Todos los adolescentes viven en un mundo de pantallas.Los medios gráficos (libros, diarios, revistas) aparecen más relegados.
- No pasan un solo día sin usar los medios e Internet. Y atraviesan todos los aspectos de sus vidas.
- El celular es –en poco tiempo– el medio que más creció en la población adolescente. Se presenta como que en el futuro podría ser pantalla única entre adolescentes.
- El lugar que –según los propios adolescentes– ocupan los medios en sus vidas es –en sus palabras– “vital”, “fundamental”, “imprescindible”.
En el estudio “Un día con los medios e Internet” participó casi un centenar de alumnos y alumnas de una escuela pública de Palermo –cuyos padres son profesionales– y la misma cantidad de estudiantes de un colegio también público de Capayán, a unos 30 kilómetros de San Fernando del Valle de Catamarca, todos de 14 años.Se les pidió que escribieran un diario personal sobre cómo usaron los medios e Internet el día anterior, es decir, el lunes 19 de abril. El mismo día para los dos grupos. “Redactaron textos con sus propias palabras, y ahí reside la riqueza de los resultados: que son los propios chicos los que hablan de su relación con los medios e Internet”, destacó Morduchowicz, a cargo del estudio.
Los chicos y las chicas contaron qué sienten cuando usan los medios e Internet.Pero también cómo se imaginan un día sin poder utilizarlos. Además, dieron cuenta de si sus padres estaban presentes o no cuando ellos los usan y pusieron en palabras qué es lo que más valoran. La principal diferencia entre los dos grupos es que los estudiantes urbanos eligen tres pantallas: tele, celular e Internet. “Viven en una cultura visual”, enfatizó Morduchowicz. En cambio, los adolescentes rurales usan dos: tele y celular. La conectividad a Internet en Capayán es muy limitada, aclaró la especialista. En el caso de los porteños, sólo el 10 por ciento manifestó que el día anterior había usado MP3, MP4 y Ipod.
Para los chicos de Capayán,fueron tecnologías ausentes en su jornada.Tampoco accedieron a un DVD.Un 20 por ciento de los chicos de Palermo contó que vio una película a través de esa tecnología.Con respecto al uso de libros,en la escuela catamarqueña un 25 por ciento de los estudiantes dijo que había leído, pero textos escolares, y un 30 por ciento en el caso de sus pares de Palermo: entre ellos sólo un 5 por ciento dijo que lo había hecho por placer. En cuanto a los diarios, un 20 por ciento de los chicos porteños y apenas un 5 por ciento de los de Capayán dijeron que los habían leído.
“El celular es muy importante para mí,porque puedo comunicarme con mis amigos donde estén”, describió Silvana, de Capayán. Otros compañeros de escuela dijeron: “Los medios me hacen sentir más contento. Pero no están todo el tiempo en mi vida” (Andrés); “Los medios me entretienen y me comunican. A veces ocupan un lugar importante. Me gusta usar mi celular porque me comunico con todos.Me acuerdo lo contenta que estaba cuando recibí mi primer celular” (Jessica); “Usé la televisión para mirar la novela. Me gusta mucho la tele. Y hablé con mis amigas de la novela” (Débora).

martes, 25 de enero de 2011

El cyberbullying, más allá de la escuela

Docentes y padres organizan talleres para afrontar el fenómeno de acoso entre niños y adolescentes por medios electrónicos
Lunes 24 de enero de 2011

Silvina Premat
LA NACION
"Sos un tonto", "Agustín es un bobo, ja, ja, ja", "Todas las chicas dicen que sos gordo..." son frases que niños y adolescentes pueden recibir como mensajes de texto en sus celulares, enviadas por compañeros de la escuela, y que pueden ser más dañinas al publicarse en la página de una red social especialmente destinada a vapulear al acosado.
El fenómeno, conocido como cyberbullying, que afecta, sobre todo, a adolescentes de entre 12 y 14 años -por ser los que están más tiempo conectados a Internet- ha generado preocupación en el exterior, y ya se instaló también en los colegios argentinos. Es una conducta que trasciende con creces los muros escolares entre los que suele gestarse y una de las preocupaciones que ocuparán la agenda de docentes y padres durante el ciclo lectivo 2011 y que puede sorprender a las familias incluso antes, en pleno verano.
El cambio de hábitos tiene un nuevo efecto con el acceso masivo a Internet y el uso de celulares: hoy, los insultos y agresiones que los adolescentes disparaban a la salida del colegio se han trasladado a los muros virtuales y han agravado la situación. En vez de ser vistos por los ocasionales testigos de la discusión o pelea, ahora participan directa o indirectamente los amigos de la víctima y de los victimarios, y los amigos de sus amigos.
Entre 150 padres consultados durante el congreso organizado por la Fundación Proyecto Padres y realizado recientemente, el 80% dijo conocer algún caso de ciberacoso entre los amigos de sus hijos.
Los chicos confirman la extensión del fenómeno. El 74% de 910 niños y adolescentes a los que se les preguntó por sus usos y costumbres con las TIC (tecnologías de la información y la comunicación) dijo haber pasado por alguna situación desagradable. Esos datos se desprenden de una investigación realizada por profesionales del portal chicos.net en la que el cyberbullying encabeza la lista de esas situaciones con un 26% de respuestas afirmativas. Le siguen la apertura de páginas web pornográficas y/o publicidades de prostitución femenina sin buscarlas (21%); la aparición de imágenes no deseadas de escenas de terror o de violencia, o amenazas a través de cadenas de mail (16%); la solicitud de fotos y/o datos personales por parte de un desconocido (14%).
Andrea Urbas, psicóloga y coordinadora del programa por un uso seguro y responsable de las tecnologías de la asociación Chicos.net, afirmó que este fenómeno es una agresión que se oculta en el anonimato de los grupos, facilitado por el auge en el uso de la tecnología. "[La pantalla genera cierta protección] porque está permanentemente mediatizando comunicación", opina Urbas.
Otro estudio, realizado entre 21.000 chicos de 10 a 18 años de varios países latinoamericanos por la Universidad de Navarra, España, revela que cerca de un 12% de los consultados admitió haber sido objeto de alguna práctica de acoso cibernético, en tanto un 14% dijo haber participado como hostigador en situaciones de este tipo.
"Son cifras semejantes a investigaciones realizadas entre adolescentes de los Estados Unidos o Suecia", dijo a La Nacion Angeles Soletic, asesora de Educarred, un programa de la Fundación Telefónica, orientado en el uso de las nuevas tecnologías en educación.
El rol de la escuela
Pero los alumnos no son los únicos perjudicados. "Conozco casos de docentes a los que los alumnos crean perfiles falsos en redes sociales y ponen en su boca confesiones inventadas sobre cuestiones privadas", dijo Soletic, y destacó que la escuela tiene un papel protagónico en este asunto, aun cuando suceda fuera de ella. "La escuela sigue siendo el ámbito de socialización principal del niño y del adolescente, y tiene que trabajar para detectar este fenómeno, afrontarlo como problema y tratar de erradicarlo", agregó.
La inquietud por el ciberacoso, que comenzó entre los padres como bullying o simplemente acoso, llegó en los últimos meses a docentes y directivos de colegios. No son pocos los que, para ayudar a sus alumnos y sus padres contrataron a especialistas, se multiplican talleres y clases de orientación sobre el tema.
Urbas, que ha realizado varios talleres de este tipo en colegios, sobre todo los de la zona norte del conurbano bonaerense, explicó: "La cuestión es que los padres, que no manejan las herramientas de la misma forma que los adolescentes, no den un paso al costado en la protección, diálogo, interés de cómo es la vida del chico en el ciberespacio, qué tipo de actividades hace o cómo se conecta, es decir, si está estudiando y está con todas las pantallas activas".
Dijo el presidente de la Fundación Proyecto Padres, Adrián Dall'Asta: "Con el cíber, pasa como con la droga: muchos piensan en el extremo del chico recuperándose en una granja sin medir los matices. En este caso, se piensa en neonazis que radicalizan la tendencia. Es algo cotidiano; son mensajitos para volver loco a un compañero; el riesgo es cuando toma una dimensión masiva". Dall'Asta agregó: "Es clave la información porque en los padres hay mucho desconcierto".

Mirada bien despierta

Página 12/ Sociedad

Por Soledad Vallejos
Opera de modo viral, es una suerte de mancha de aceite inmensa, universal, sólo limitada por el poder adquisitivo de la sociedad que las quiere interpelar como propias. Queda claro que para la videovigilancia no hay más frontera que el dinero y las garantías de los derechos civiles y la privacidad. Por ello quizá no resulte tan llamativo que en China las cámaras encendidas las veinticuatro horas se cuenten por millones y que tengan la vocación de cubrir todo el territorio. Toman fotos y registran videos en alta definición, incluyen sonido, tienen el don de no dejar metros cuadrados al azar en zonas urbanas de alto tránsito. Por ahora, chinas y chinos conviven con siete millones de cámaras de vigilancia desparramadas por calles, espacios privados y hasta ámbitos religiosos de todo el país. Durante los próximos cuatro años, las autoridades proyectan sumar otros 15 millones. Es decir que en 2014 al menos 22 millones de dispositivos registrarán toda caminata, todo estornudo, todo beso, todo robo de carterista sucedido en el espacio público.

El Estado inglés no queda rezagado. Con casi cinco millones de dispositivos, Gran Bretaña tiene uno de los índices de cámara per cápita más elevados del mundo: alrededor de una cámara cada 12 habitantes. Londres tiene al menos 500 mil cámaras, con lo que se estima que, un día cualquiera, el trayecto rutinario que un ciudadano cualquiera haga por las calles londinenses será registrado por entre 200 y 300 cámaras. Y aun así, según documentos internos de Scotland Yard que sacó a relucir el diario The Independent, las estadísticas son demoledoras a la hora de evaluar la videovigilancia desde los resultados. De cada mil delitos, sólo uno llega a ser esclarecido gracias a las cámaras. ONG preocupadas por los derechos civiles resisten y llaman a boicots periódicamente. Una de las obras más contundentes del artista del graffiti Bansky (que recientemente llamó la atención mundial con la apertura que diseñó para Los Simpson, refiriendo tercerizaciones y esclavitud en la industria del entretenimiento y afines) se ubicó al lado de una de estas cámaras: “Una nación bajo CCTV” (como se denomina al circuito cerrado de tv).

Pero las reacciones pueden variar. “Durante más de cuatro décadas, presenciamos la proliferación de la videovigilancia en Europa. Durante la década del ’90, su presencia explotó en el espacio público en muchos países europeos.” Con esa descripción contundente, el proyecto Urban Eye (Ojo urbano, www.urbaneye.net) plantea su razón de ser: analizar el empleo de esas cámaras, de modo que resulte posible ponderar “sus efectos sociales y sus impactos políticos para, finalmente, delinear estrategias para su regulación”. Bajo la coordinación de la Universidad Técnica de Berlín, criminólogos, filósofos, politólogos, sociólogos y geógrafos urbanos de seis países dedicaron treinta meses a elaborar el Informe Final (que puede encontrarse, en inglés, online). Sus consideraciones, aunque elaboradas al comienzo del siglo (entre 2002 y 2004), resultan todavía tan válidas que siguen hablando del presente y el futuro inmediato. Dada la combinación de “prácticas de vigilancia opacas y ciudadanía no informada, la ‘caja negra’ de la red de cámaras cada vez más numerosa debería abrirse para asegurar el control democrático. La ampliación de la red de vigilancia debería transparentarse mediante un registro; la proporcionalidad del despliegue y su uso debería ser estipulado por un sistema de licencias; los gerentes y operadores (del material) deberían poder ser supervisados e inspecciones regulares deberían garantizar que se cumpla un código de prácticas en común coherente”.

domingo, 9 de enero de 2011

La cultura de la "diversión"

El incansable despliegue de actividades de la sociedad globalizada

Anand Giridharadas. The New York Times

Miércoles 10 de noviembre de 2010 Publicado en edición impresa

CAMBRIDGE, Massachusetts.- Desde el nacimiento de Estados Unidos, una batalla silenciosa se ha desarrollado con respecto a las palabras que denotan el alma de la nación. Ahora, un recuento puede definir a las victoriosas: "logro" (achievement) y "diversión" (fun).

Desde la década de 1810 hasta el siglo XXI, la frecuencia con que aparece el término "logro" en inglés norteamericano escrito aumentó 11 veces, según una reciente investigación realizada por el Corpus de Inglés Estadounidense Histórico, una base de datos de 107.000 periódicos, revistas, novelas, obras de teatro y guiones cinematográficos. En el mismo período, la frecuencia con que aparece la palabra "diversión" se multiplicó más de ocho veces.

Mientras tanto, otro par de palabras sufrió un destino opuesto. En tanto la frecuencia del término "logro" aumentaba en el curso de estos dos siglos, la palabra "excelencia" perdía preferencia de uso, empleándose 11 veces menos. Y mientras "diversión" ganaba importancia, las menciones de "placer" disminuyeron cuatro veces.

En la historia del lenguaje, las palabras ascienden y caen. Las hacemos y rehacemos y, al mismo tiempo, ellas nos hacen y rehacen a nosotros.

La historia de una palabra es tan compleja como un huracán. Es difícil saber con certeza cómo gana popularidad, satisface nuevas necesidades y adquiere nuevos usos y valencias. Por eso, es imposible atribuir la decadencia de una palabra al ascenso de otra.

Sin embargo, en los destinos de estos dos pares de palabras se insinúa un viraje de la cultura estadounidense, y es un viraje que sin duda ha ejercido influencia en todo el mundo. Se trata de un distanciamiento de la idea, que podría calificarse de aristocrática, del valor intrínseco de las cosas: del placer, con su sentido de una condición interna de la mente, hemos pasado a la diversión, tan estrechamente asociada con las actividades externas, y de la excelencia, una característica interna cuya concreción es su propia recompensa, pasamos al logro, al que se llega con el esfuerzo y el reconocimiento.

El diccionario Merriam-Webster define "placer" como "un estado de gratificación", en tanto "diversión" es "lo que proporciona entretenimiento o gozo, específicamente, palabras y acciones lúdicas y con frecuencia bulliciosas". Además, define excelencia como "la cualidad de ser excelente", que a su vez significa "muy bueno en su clase: eminentemente bueno". "Logro", por su parte, es "un resultado ganado con esfuerzo".

El arco que va del uso de la palabra "placer" al uso del vocablo "diversión" puede trazarse explorando la base de datos del Corpus. En una pieza teatral de 1812, John Blake White escribió: "¿Para qué sirve la riqueza, si no es para comprar placer? ¿Para qué la salud, si no para saborear, cuando el placer ofrece su copa y nos invita a beberla?" En 2009, en cambio, este renglón del novelista Hyatt Bass era mucho más típico de la época: "Vamos, ¿no les parece divertido tener una botella de vino que fue lanzado el mismo mes en que ustedes se comprometieron?"

El "placer" conlleva un atisbo de lo sublime, habla de un estado mental que se presenta orgánicamente, que no necesita ser artificialmente inducido. La "diversión", en cambio, aunque para los hablantes contemporáneos es casi sinónimo de "placer", suele implicar un incentivo artificial. Uno no siente diversión, sino que hace algo divertido. Y la diversión no tiene ni un atisbo de elitismo, mientras que el placer resulta vagamente de elite.

Las cataratas imponentes producen placer; los partidos de paintball , en los que los amigos, con ánimo lúdico (y a veces con cierta crueldad) se disparan entre sí perdigones de pintura, proporcionan diversión. Una cena prolongada y con buena conversación puede ser un "placer"; un bar bailable atestado, oscuro y sudoroso probablemente sea calificado de "divertido".

Si el "placer" proviene del propio ser y del intercambio de ideas, la "diversión" procede de los actos y, con frecuencia, de desconectar el cerebro. Ese cambio posiblemente justifique, en parte, la insistencia sobre el despliegue de actividades en toda ocasión, en vez de confiar en que el placer pueda darse por sí mismo.

Hoy es raro aquí el feriado corporativo o la fiesta de Acción de Gracias que no incluya un torneo de Nintendo Wii o algún otro juego. En los momentos en que otros comen, beben y conversan, los estadounidenses suelen crear actividades temáticas y exhibiciones de talentos.

En Comer, rezar, amar , el libro de memorias que se convirtió en best seller de Elizabeth Gilbert, la autora relata que descubrió la idea italiana de placer como si fuera una ciudad sepultada: "Durante mis primeras semanas en Italia, todas mis sinapsis protestantes se convulsionaban angustiadas, buscando alguna tarea a que abocarse. Quería cumplir con el placer como si fuera un deber". La autora concluye: "Los estadounidenses tienen una incapacidad de relajarse y aceptar el puro placer. Nuestra nación persigue el entretenimiento, pero no necesariamente el placer". Los italianos, por su parte, son maestros del bel far niente , la belleza de no hacer nada, escribe Gilbert.

Después, tenemos el arco que va de la "excelencia" al "logro".

Consideremos esta estrofa de un poema de 1813: "Así ella nos dio una enseñanza moral:/ que el hombre entendería, pero sin alcanzar nunca/ la mayor excelencia, para de ese modo demostrar/ que en el mundo todo es vanidad".

Y veamos este otro fragmento, en este caso de una biografía escrita en 2005: "El joven persigue arduamente su sueño; mientras otros se burlan, emprende un solitario viaje desde el campo a la ciudad en pos de su realización personal, supera obstáculos con una combinación de coraje, determinación y talento, y finalmente asciende hasta la cúspide del logro y la prosperidad".

La "excelencia", con sus connotaciones de virtud, evoca a Aristóteles. Cualquiera puede tener logros, en la recolección de residuos o en la neurocirugía, ¿pero cuántos pueden alcanzar verdaderamente la excelencia?

"Para los antiguos griegos, la felicidad era la plena utilización de las propias capacidades siguiendo los lineamientos de la excelencia", dijo en una oportunidad el presidente John F. Kennedy.

En cambio, los líderes de hoy tienden mucho más a usar el término "logro", que, al igual que "diversión", es de naturaleza exterior. Es algo que se produce al hacer cosas específicas. Algo que se consigue más controlando objetos y cosas que desarrollando las potencialidades internas de cada uno.

La cultura del logro impregna toda la vida actual. Desde los exámenes de la escuela primaria hasta la incesante presión en el rendimiento universitario, la cultura educativa de hoy privilegia la acumulación de logros en los resultados por encima de la brillantez intelectual. En parte, Wall Street se derrumbó porque todos buscaban recibir bonificaciones por sus logros, descuidando la persecución de la excelencia en su vocación. Una cultura que promueve la celebridad instantánea les enseña a los jóvenes que la fama es un fin en sí mismo y no un síntoma incidental de excelencia en su oficio.

El mundo en el que primaban el "placer" y la "excelencia" era menos igualitario que nuestro mundo de hoy. Dejaba fuera a grandes categorías de la humanidad. En los años transcurridos desde entonces, esas exclusiones disminuyeron: el mundo se abrió para muchos (especialmente, en Estados Unidos). Pero junto con ese cambio se produjo otro: una aparente intolerancia del hecho de meramente ser, y una angustiosa insistencia en hacer, hacer, hacer.

Traducción de Mirta Rosenberg


“Nada me gusta mucho...”

Página 12/ Psicología
NUEVOS PROBLEMAS EN ORIENTACION VOCACIONAL

A diferencia de los jóvenes que, hace unos años, requerían orientación vocacional “por dudas o conflictos entre carreras”, hoy –según la autora de esta nota– suelen presentar “estados de apatía, resultado de una gran desconexión emocional”.


Por Claudia Messing *
Cada vez más adolescentes, al consultar por orientación vocacional, manifiestan que desean seguir estudiando pero, en realidad, no logran interesarse o sentirse atraídos en forma consistente hacia ninguna carrera o campo ocupacional. Nada los convence ni los seduce suficientemente. Por más técnicas activas, gráficas, lúdicas y psicodramáticas o tests de intereses y aptitudes que se apliquen, no logran descubrir en sí mismos ninguna área del hacer o del saber que les resulte verdaderamente atractiva, y, si la encuentran, no pueden luego sostener sus objetivos.

Se percibe que no están en condiciones de elegir con convicción porque falla en ellos algo más básico, más determinante, previo a la tarea de elegir: falla algo en el orden del deseo; no pueden interesarse profundamente por nada, porque están emocionalmente desconectados, apáticos, desmotivados. No pueden encontrar imágenes ocupacionales agradables ni lugares para informarse y visitar, ni elementos con los cuales identificarse. Muchos van de carrera en carrera pensando que todavía no encontraron su verdadera vocación, sin percibir que el problema es otro.

Horacio Romero González (“Interrogantes, encrucijadas y nuevos paradigmas en el campo de la orientación vocacional”, ponencia en el II Congreso Informático de Psicopedagogía y Orientación Vocacional, 2003), confirma, a partir de una investigación efectuada en la Universidad Nacional de Río Cuarto, la presencia de estas nuevas sintomatologías vocacionales: “Hemos corroborado la marcada apatía y falta de interés de muchos de nuestros ingresantes, que se sienten desorientados en relación con la construcción de un futuro para sí mismos. No tienen convicciones propias, no poseen motivaciones fuertes que vayan más allá de lo inmediato y carecen de una cosmovisión personal”.

Otros jóvenes, en el trabajo de orientación vocacional, identifican con relativa facilidad un campo propio de intereses, pero les cuesta tomar una decisión porque no logran motivarse o entusiasmarse. Muchos estudiantes –a menudo talentosos– se inscriben en carreras que coinciden con sus intereses y habilidades, pero rápidamente pierden su entusiasmo, porque carecen de la capacidad para sostener sus intereses y para entregarse a un objetivo que implica una disciplina y un esfuerzo totalmente diferente al que estaban acostumbrados desde la escuela media. Casi el 40 por ciento de 1000 alumnos encuestados por el Centro de Opinión de la Universidad de Belgrano, entre 2003 y 2004, manifiesta “estudiar a desgano la carrera que eligió y piensa que debería haber elegido otra cosa”, aunque la mitad de ellos “no piensa en cambiarla ni abandonarla”. Probablemente perciben que, si cambiaran de carrera, al poco tiempo experimentarían el mismo desgano.

La Orientación Vocacional debería incluir entre sus objetivos la posibilidad de abordar estas nuevas sintomatologías emocionales, que no se reducen a una incorrecta elección de la carrera por falta de información adecuada de sí mismos o de las carreras elegidas: aun mediando buenos procesos de elección vocacional, acordes con sus intereses y facilidades, los jóvenes no pueden sostener sus objetivos, los prolongan en el tiempo, se desmoralizan y terminan abandonando o eternizando sus proyectos. De hecho, la duración real de cursado de las carreras universitarias es, en promedio, un 60 por ciento superior a la prevista.

En otros jóvenes se presentan temores y ansiedades fóbicas paralizantes. A pesar de identificar sus intereses vocacionales, muchos no pueden tomar una decisión, porque la idea de estudiar una carrera les despierta fuertes sensaciones de encierro, agobio o aburrimiento. Sienten un gran temor a quedar atrapados en la carrera elegida, tienen miedo a asfixiarse, a perder su libertad, a que el estudio les impida hacer otras cosas, como estar con los amigos, jugar al fútbol, tocar la guitarra o tener tiempo para no hacer nada. Otros experimentan esas mismas vivencias claustrofóbicas durante el cursado de sus carreras. Muchos continúan con insatisfacción y otros abandonan.

Muchísimos jóvenes no logran avanzar en sus carreras porque sus conductas fóbicas y evitativas les impiden estudiar. A menudo consultan pensando que se equivocaron de carrera cuando lo que les pasa es que no logran sentarse a estudiar, no pueden concentrarse ni organizar un método de estudio medianamente eficaz, se angustian, se duermen, desarrollan técnicas evitativas para perder el tiempo, se distraen permanentemente.

La mayoría de los estudiantes arrastra también graves problemas de aprendizaje del nivel anterior, lo cual los desmoraliza e impulsa a una rápida deserción o los hace permanecer durante años en los niveles iniciales de sus carreras.

La desconexión emocional de los jóvenes es una de las problemáticas más intensas de la actualidad, y ha sido hasta ahora insuficientemente identificada y conceptualizada, pese a que aparece en muy distintos ámbitos de la problemática adolescente (por ejemplo, la dificultad para darse cuenta de los embarazos adolescentes se vincula con la desconexión emocional respecto del propio cuerpo). A su vez, esta desconexión les impide percibir la fragilidad de sus intereses, su desmotivación, sus conductas fóbicas y sus problemas de aprendizaje.

Inconsistentes

Entonces, no se trata de la tradicional desorientación vocacional por falta de información de las carreras o por falta de reconocimiento de los propios intereses, o por falta de elaboración de mandatos familiares, o por dudas o conflictos entre varias carreras. Estamos hablando de nuevas sintomatologías emocionales que perturban el proceso de elección y de cursado de los estudios superiores: una gran desconexión emocional que deja a los jóvenes en un estado de apatía; dificultades para sostener los propios objetivos que dejan a los jóvenes en un estado de insatisfacción y vuelven sus elecciones vocacionales frágiles e inconsistentes; conductas fóbicas que obstaculizan el compromiso con una carrera; hiperexigencia y miedo al fracaso. Nuevas sintomatologías emocionales que rodean la elección y realización de una carrera; en su conjunto, constituyen un verdadero síndrome vocacional que determina, en muchísimos casos, la deserción en los estudios superiores.

Esta problemática excede los parámetros y recursos de la orientación vocacional tradicional. En la década del 80 la mayoría de estos jóvenes hubieran sido definidos como pertenecientes a la categoría de “no orientables”, “predilemáticos”, derivables a una consulta psicoterapéutica (véase Orientación vocacional: una estrategia clínica, de Rodolfo Bohoslavsky). Hoy, por su masividad, este fenómeno constituye una respuesta fallida a un conjunto de cambios históricos, políticos, sociales, económicos, culturales y familiares acerca de los cuales los orientadores vocacionales deben ser capaces de profundizar y penetrar para poder elaborar nuevos instrumentos de abordaje.

No se han realizado todavía, a nivel nacional, investigaciones que permitan evaluar cuantitativamente la magnitud de estas nuevas sintomatologías vocacionales, pero podemos percibir su dimensión a través de las estadísticas de fracaso y deserción en los estudios superiores. De acuerdo con datos oficiales, en universidades nacionales sólo el 11 por ciento de los ingresantes llega a recibirse.

* Extractado de Desmotivación, insatisfacción y abandono de proyectos en los jóvenes. Orientación vocacional y vínculos familiares, de próxima aparición (ed. Noveduc).

“Tatuados por los medios”

Un nuevo libro de la periodista Silvia Bacher presenta los dilemas de la educación de los jóvenes en la era digital.

Por Washington Uranga
Hay quienes los llaman “nativos digitales”. Silvia Bacher los nombra con el título de su libro (178 páginas) de reciente aparición: Tatuados por los medios (editorial Paidós, 2009). El trabajo, que lleva el subtítulo “dilemas de la educación en la era digital”, habla de los jóvenes y de su relación con los procesos educativos. La obra ingresa en la problemática que surge del desarrollo de las nuevas tecnologías en la vida de las generaciones más jóvenes, pero desde una perspectiva que inscribe este aspecto en el marco de una realidad mucho más compleja. O como lo señala el investigador colombiano Jesús Martín-Barbero en el prólogo del mismo libro, sin caer en “la tramposa instrumentalización de las ‘nuevas tecnologías’ para tapar con ruido y brillo digital la hondura de la crisis que atraviesan las relaciones de la escuela con su sociedad, o el altivo desprecio con que se identifica la mutación tecnocultural del mundo que habitamos con la más fatal de las decadencias de Occidente”.

El trabajo, que combina lo conceptual y los desarrollos teóricos que apelan a connotados investigadores en la materia con la presentación de experiencias, se transforma en una muy ordenada y orientadora agenda de las principales preguntas que el mundo adulto, en particular de los educadores, puede hacer hoy frente al conflicto que la digitalización y la complejidad de la integración tecnológica de los medios de comunicación, le plantea, en primer lugar, al sistema educativo en general, y en forma particular a educadores y los mismos padres. Sin recetas, pero con muchos recorridos que aportan luces para mejorar el diagnóstico, Tatuados por los medios es un desafío para abrir la cabeza alejándose del camino de la queja y de la declaración de impotencia ante el nuevo escenario.

Para ello, Bacher (periodista de radio, televisión y medios gráficos, especializada en temas de educación) recurre a sus propias experiencias, apoyada en la trayectoria de la red de radios escolares de la que es promotora y artífice junto a comunicadores y docentes de escuelas de todo el país. En un escenario donde se enfatiza el discurso de los derechos mientras se adelantan prácticas que lo contradicen, Bacher sostiene que “no hay forma de garantizar los derechos de la infancia, si no es potenciando la capacidad crítica y las habilidades comunicativas. Por eso, no pueden considerarse políticas públicas de promoción de derechos aquellas que se limitan a exhibir coloridos afiches en las paredes de las escuelas, a las que asisten la discriminación o la falta de solidaridad. Y a las que, si no se la desarticula, antes o después, concurre la violencia”.

El argumento del libro no es contra la escuela ni en desmérito de los docentes. Por el contrario. Las reflexiones aportan a rescatar la idea de una escuela de nuevo tipo, que tiene que dialogar con otra conformación social y cultural y, sobre todo, con jóvenes que forjan su identidad a partir de nuevos estímulos, a través de otras formas de incorporación de información y metodologías no imaginadas para la producción de conocimiento donde la escuela, y los docentes, dejaron de ser la única y privilegiada fuente del saber. Los docentes compiten con una suerte de otro maestro “fantasma” que se presenta de manera siempre inesperada y novedosa a través de la red de redes poniendo en jaque sus propios conocimientos y su autoridad. En ese marco Bacher sostiene que “educar en una sociedad en la cual los lazos se tornan frágiles no es tarea sencilla”, no obstante lo cual “en un entorno volátil, gobernado por las tecnologías y el marketing, los docentes son anfitriones de uno de los pocos escenarios aún vigentes que permiten construir vínculos en los cuales los valores como el amor, la libertad, la identidad, cobren carnadura”. En lo que podría titularse como “reivindicación del maestro en la era digital”, la autora rescata que son los docentes los que pueden promover la formación de hombres y mujeres abrazados al respeto a los derechos humanos, el reconocimiento del diferente y la preservación del medioambiente, entre otros valores. Porque “desde las culturas ancestrales, el maestro es el líder con carisma suficiente para iluminar mentes y corazones. Una guía capaz de estimular el pensamiento aun en condiciones adversas”.

¿Cómo? Desarrollando un modelo educativo que, lejos de enfrentarse a los medios y a la avalancha informativa de la red de redes, incorpore su lenguaje y su dinamismo desde marcos de referencia que consoliden las estrategias educativas, incentivando la curiosidad, la innovación y la creatividad, reconociendo también la brecha digital que existe entre estudiantes y docentes, pero vinculando todo ello en un proceso comprometido con la construcción de criterios y valores. Una “escuela wiki”, propone Silvia Bacher.